En el Capítulo general de 1989, presidido por la Superiora General Madre Berenice Moreno, el Instituto abrió sus puertas a los laicos del mundo, ofreciéndoles compartir con ellos el don de su carisma, herencia recibida de sus Fundadores. Aprobada, pocos meses después por la Santa Sede, la Asociación es hoy día una realidad plena de sentido y de gracia, que unida al Instituto es testimonio del carisma Bethlemita en el mundo.
¿Quién es el Laico Bethlemita?
Es la persona católica, que, a partir de su consagración bautismal, desde su estado de vida, se compromete a vivir el Evangelio y a colaborar en la extensión del Reino de Cristo, a la luz del carisma y espiritualidad Bethlemita, como respuesta las urgencias de la Iglesia y necesidades del mundo de hoy.
Juntamente con los religiosos, en colaboración y bajo la dirección de los pastores, los laicos forman una comunidad consagrada y santificada, para continuar en el mundo la presencia del Señor resucitado, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo místico, por la misión evangelizadora, por la celebración litúrgica, por la caridad y el servicio al mundo y a los hombres.
Vocación a la Asociación de Laicos Bethlemitas
Entendemos por vocación en sentido amplio, la llamada del Espíritu a una persona para un estado de vida cristiana, dentro de las diversas formas que, a lo largo de la historia, han permanecido estables en la Iglesia, para un mejor servicio a la misma y al mundo, y que puede ser vivida fuera de una congregación, con votos privados o sin ellos.
La vocación a la Asociación de Laicos Bethlemitas, es el llamado que Dios hace a un bautizado para realizar su vocación específica en el mundo, siguiendo el carisma del Instituto Bethlemita. Esta vocación exige al laico una respuesta de fidelidad al Evangelio, de manera que su vida sea un testimonio ante las nuevas situaciones sociales, económicas, políticas y culturales del mundo, las que deben impregnar de valores evangélicos, asumiendo las características propias del carisma y de la espiritualidad Bethlemita. Proyecto de Vida pág. 17