La experiencia evangélica de Pedro de San José Betancur se centra en el misterio de la Encarnación, misterio del Hijo de Dios que se hace hombre, se manifiesta en Belén y en su entrega hasta la muerte; revela así el amor del Padre en actitud de pobreza y humildad para llevar a todos los hombres a la filiación divina y a la comunión fraterna.
Esta contemplación del amor y anonadamientos del verbo perpetuados en la Eucaristía, orienta la vida de Pedro hacia una actitud de humildad, pobreza, penitencia y servicio apostólico. Impulsado por su carisma y lleno de celo por la gloria de Dios se entrega con alegría a las obras de caridad y misericordia y sirve con abnegación a todos, especialmente a los pobres, para conducirnos al amor de Jesucristo.
Belén es para Pedro la fuente que nutre su espiritualidad, razón del nombre que da a la Orden y misterio que señala a sus seguidores, como escuela de las virtudes que han de vivir, principalmente la humildad. “Hermanos míos, por el amor del Niño pierdan el juicio llegando la Pascua, y por Él les pido sean humildes y no apetezcan mandar”. (Const. 2)
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