Objetivo
Difundir la vida, obra y pensamiento de la Madre María Encarnación Rosal, con el fin de que los fieles, al conocer su vida, ejemplo de servicio y entrega, se encomienden a su intercesión, para así alcanzar el milagro que haga posible su pronta canonización, como estímulo y testimonio de fe para el pueblo de Dios.
Objetivo
Difundir la vida, obra y pensamiento de la Madre María Encarnación Rosal, con el fin de que los fieles, al conocer su vida, ejemplo de servicio y entrega, se encomienden a su intercesión, para así alcanzar el milagro que haga posible su pronta canonización, como estímulo y testimonio de fe para el pueblo de Dios.
Responsables de la misión
Hna. Ligia Pozo Vicaria Provincial
Hna. Isabel Cristina Castro Asesora Provincial de ALB
Hna. Mery Arias Superiora de la Comunidad La Calera
La Reliquia de la Madre Encarnación Rosal peregrinará en Ecuador los meses de: agosto, septiembre, octubre y noviembre.
Diócesis de Tulcán: | del 26 al 29 de agosto |
Diócesis de Ibarra: | del 30 de agosto al 3 de septiembre |
Diócesis de Latacunga: | del 12 al 17 de septiembre |
Diócesis de Riobamba: | del 20 al 24 de septiembre |
Diócesis de Guaranda: | del 29 de septiembre al 01 de octubre |
Diócesis de Machala: | del 04 al 08 de octubre |
¿Quién fue la Beata Madre María Encarnación Rosal?
Encarnación Rosal fue una religiosa Bethlemita, de origen guatemalteco, que llegó a Ecuador, concretamente a la ciudad de Tulcán, el 14 de agosto de 1886, para fundar el Colegio Sagrado Corazón de Jesús; llegó como resultado de dos previos exilios, dada la corriente política liberal y anticlerical en Centro América, de finales del siglo XIX, exilios dolorosos y tortuosos, desde Guatemala y Costa Rica, llegó primero a Pasto y finalmente a Tulcán, llegó por invitación del Concejo Municipal de entonces, a pedido del pueblo de Tulcán.
La invitación se produce, en razón de la necesidad de contar con un colegio para señoritas, con fundamento en el buen nombre de la misión educativa que las Bethlemitas realizaban en Colombia, en la ciudad de Pasto, cercana a Tulcán.
Su vida y Obra
Vicenta Rosal nació el 26 de octubre de 1820 en Quetzaltenango, Guatemala. Coincide su nacimiento con la fecha de supresión de la Orden de Belén. Dios regalaba a la Iglesia con una hija que con el tiempo prolongaría el espíritu de la Orden, revitalizando la Congregación Bethlemita y orientándola para un servicio evangelizador.
Sus padres, Manuel Encarnación Rosal y Gertrudis Leocadia Vásquez, se esmeraron en darle una formación y cultura que respondían a las inquietudes de su hogar cristiano y a la sociedad guatemalteca que les correspondió vivir. Vicenta recibió de sus padres y hermanos una educación integral. En el aspecto religioso aprendió de sus padres y hermanos mayores “la fe como vivencia, es decir la piedad filial con Dios, la orientación amorosa a Cristo en el misterio de la Eucaristía”, una profunda devoción a Nuestra Señora y gran caridad para con los pobres y menesterosos a quienes ayudaba con generosidad.
Gozaba de un temperamento alegre, jovial, un trato muy agradable que encantaba a cuantos la conocían. También como toda joven de su edad, gozaba de “galas y vanidad”, razón por la cual de vez en cuando recibía amonestaciones de su hermana mayor, quien le recordaba que las promesas del Bautismo, debía cumplirlas lo mejor posible. Observación que Vicenta aceptaba con modales corteses pero manifestaba con cierta gracia que sí cambiaría de proceder pero después de los 20 años.
Vicenta entabló amistad con una joven hondureña, Manuela Arbizú, quien movida sobrenaturalmente habló a Vicenta con gran entusiasmo sobre el ideal de servir a Dios en la vida consagrada, y de manera inesperada hizo alusión a las monjas de Belén. El nombre de Belén llamó mucho la atención a la joven. Recibidas las respuestas a sus interrogantes sobre la vida que llevaban las monjas, consulta con sus padres y director espiritual, y realiza el viaje a Guatemala con el fin de dar cumplimiento a sus deseos de consagrarse a Dios. Llega al Beaterio de Belén el 1 de enero de 1838
Al llegar al convento, la joven inicia su entrega y donación a Dios, pero desafortunadamente a los pocos días de su ingreso, se va dando cuenta de que el ambiente no era propicio para sus ideales: vida de oración intensa, silencio, penitencias y austeridad. Recibe el hábito de la comunidad el 16 de julio de 1838, con la particularidad de que este hábito fue impuesto por el último Bethlemita que allí vivía: Fray Martín de San José. Hecho muy significativo para la Congregación: el último Bethlemita, entregando el hábito a quien por designios de Dios, más tarde daría nuevo vigor y vida a la espiritualidad de Belén. En el día de la toma de hábito, Vicenta cambió su nombre por el de Encarnación. Hace sus votos el día de la Maternidad Divina, 26 de enero de 1840 y en que la Orden celebraba a Nuestra Señora de Belén.
Dios que la lleva por los caminos de lucha interior, permite que se le conceda la autorización para pasarse al Convento de las Catalinas, donde disfruta de la paz, el silencio y la austeridad anheladas por su espíritu. Dios le hace ver que esa misma vida que llevan en el convento a donde acaba de llegar, podrían tenerla en Belén y llevar la comunidad por ella abandonada, a las alturas de una gran unión con Dios y servicio apostólico. Después de unos fervorosos ejercicios espirituales, toma la decisión de volverse a Belén.
Ya de nuevo en el Beaterio, se le confía inmediatamente la obra del Colegio y es allí donde inicia su labor de cambiar, plantar y fortificar. Las cosas marchaban muy bien; las gentes que disfrutaban del servicio apostólico del Beaterio manifestaban alegría y las mismas hermanas de comunidad veían la transformación que se iba logrando. Aunque la comunidad valora la labor apostólica de la Madre Encarnación, no todas las Hermanas comparten sus criterios, pero respetan su dedicación y organización.
Luego fue nombrada Vicaria de la Comunidad, e inició la transformación interna del convento. En 1855 fue elegida Priora del convento. Consciente de la misión que Dios le confía, se entregó más de lleno a la oración, para pedir la sabiduría y prudencia necesarias para su desempeño. Emprende la elaboración de las Constituciones que debían regir su convento.
En medio de las dificultades se dedica más a la oración, y el Señor, pródigo en bondad, responde generosamente a la fidelidad de su sierva, manifestándosele de manera confidencial. “Un día, la vigilia del Jueves Santo de 1857, próxima ya la hora del amanecer, fue al coro de la Iglesia y comenzó a meditar sobre la traición de Judas y el dolor que Cristo experimentó en la agonía de Getsemaní”. Estando en oración –narra la misma Madre- “oí una voz interior que me decía: No celebran los Dolores de mi Corazón.” Palabras que fueron para la Madre una llamada particular a honrar y desagraviar el Corazón de Cristo por la maldad, ingratitud y pecados de los hombres.
Después, funda un Colegio en Quetzaltenango, pero debido a la persecución religiosa, tuvieron que ir a Costa Rica, donde fundan dos colegios, uno en Cartago y otro en Heredia. Todo era bienestar y gozo en el servicio del Señor hasta que también a este país llega la persecución religiosa. De Costa Rica se dirigieron a Pasto, Colombia. El 23 de diciembre de 1885
La muerte de la Madre Encarnación Rosal
La Beata Bethlemita, llegó a la ciudad de Tulcán, el 14 de agosto de 1886 muy afectada en su salud, como consecuencia de que, en el viaje entre Pasto y Tulcán, cayó del caballo que la transportaba.
Pasó 10 días en agonía, entre coloquios y consejos a sus religiosas, para finalmente, iniciar su tránsito a la morada del Padre Dios, en Tulcán, el 24 de agosto de 1886.
Su cuerpo incorrupto
Tras su fallecimiento, el cuerpo de la Madre Encarnación fue sepultado en el cementerio ubicado, adjunto al atrio de la iglesia matriz de la ciudad de Tulcán, hoy catedral.
La historia recoge con especial detenimiento, que, debido a los combates entre conservadores y liberales, en la ciudad de Tulcán; los liberales profanaron el templo en busca de armas, para encontrarse con el cuerpo incorrupto de la Bethlemita, esto ocurría 10 años después de su muerte.Por temor al anticlericalismo liberal de entonces, el cuerpo incorrupto fue trasladado a la ciudad de Pasto, en Colombia, en donde es visitado por sus devotos y por todos quienes mantiene vínculo con la Obra Bethlemita en el mundo.Fue Beatificada por S.S. Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997 en Roma.
Su cuerpo incorrupto
Al momento, el Instituto de Hermanas Bethlemitas Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, lleva adelante la causa o proceso de canonización de la Beata Bethlemita, razón por la cual se difunde a nivel de toda la Iglesia Católica, su vida, obra y pensamiento, en procura de darla a conocer e interiorizar su ejemplar vida en la cotidianidad de los católicos del mundo.